El Martes 3 de Febrero de este año me vi sorprendido, al igual que todos los futboleros Colombianos, por una noticia, específicamente una foto en la que Jackson Martínez estaba firmando, con cara larga, un contrato para irse a jugar al Guangzhou Evergrande en la República de China por 45 Millones de Euros y un salario de 12,5 Millones de Euros al año, uno de los más altos del mundo.
De inmediato sentí frustración y rabia, ¿cómo es posible que nuestros jugadores, en su cúspide futbolística, deseen alejarse de la selección Colombia y el alto nivel competitivo por más dinero?¿no tienen suficiente?; discutí frenéticamente que cualquier jugador que decidiera (en ejercicio de su libre autonomía) irse a la Liga China de fútbol no debería tener espacio en una de las 10 o 20 mejores selecciones del mundo.
Es políticamente incorrecto hablar mal de una liga lejana y desconocida, sin embargo ¿hay necesidad de probar todo el menú de un ‘Restaurante Ejecutivo’ por ‘Cuadra Picha’ para poder concluir que es de inferior calidad a los restaurantes de los mejores hoteles de Bogotá, Barranquilla, Cali o Medellín?
En mi opinión, pasar de Europa a China, en términos futbolísticos, es pasar de hacer conciertos de Salsa con grandes orquestas en el Madison Square Garden a ser de esos tipos que, con pistas e instrumentos inexistentes de Organeta, embaucan y amenizan viejotecas, bautizos, grados o cualquier evento que se les cruce en el camino; desagradables fanfarrones, con sus arengas para poner a todos en la fiesta a bailar de mala gana con sus familiares; se hacen los que tocan virtuosamente su herramienta pero es pura MENTIRA… farsantes animadores haraganes.
“La Selección está por encima de todo, incluso de sus clubes”.
Esta frase de Mario Alberto Yépes en “La Última Palabra”, programa del sumo pontífice del periodismo futbolístico Hernán Peláez en Fox Sports, resume por qué el central caleño es y será un ídolo durante generaciones. Si un futbolista no está en disposición de competir en el mejor nivel para poner sus capacidades al servicio del equipo nacional, entonces no merece estar en él. Esa fue mi conclusión, después de la transferencia de Jackson.
Ese día me acosté a dormir frustrado, enardecido y decepcionado. Al día siguiente, cuando empecé a leer noticias, comentarios y rumores en los que se plantea la posibilidad que ‘ChaChaChá’ se fue para la China, pero no estrictamente haciendo uso de su libre albedrío, mi consciencia se preguntó: ¿Puede que Jackson sea víctima de una serie de eventos desafortunados cuya única salida haya sido escapar a China?¿Puede que sus intenciones no hayan tenido relevancia en esa decisión?¿Fue maltratado y manipulado en contra de su noble y honorable voluntad?. Cuando de repente se esfumó la rabia y la desilusión con el jugador; en cambio sentí pesar, tristeza, y unas ganas terribles de apoyar a ese gran ser humano.
Si así fue, siento que debemos acoger a este mesurado, tranquilo, profesional, noble y sobre todo buen ser humano. No juzgarlo y, más que todo, no olvidarle para que ojalá Pékerman lo tenga en cuenta para la selección y le demuestre a todos los que lo trataron (si fue así) como una mercancía, como un esclavo que pueden comprar y vender sin su aprobación, que sigue en el corazón del aficionado, el periodista y el cuerpo técnico de la selección Colombia. Y ojalá la rompa, y lo veamos volver sonreír en una foto… quizá en el álbum de Paninni de Rusia 2018 o firmando contrato con algún futuro verdugo del Atlético de Madrid en Champions League.
Al igual que con Falcao, los buenos seres humanos reirán de últimos y aquellos que obraron mal, se arrepentirán.
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